La izquierda en las instituciones
“una de las recetas que nos ha enseñado el camino es apostar por la confluencia política entre diferentes organizaciones progresistas”
Una de las manidas reflexiones de la izquierda viejuna consiste en relacionar cualquier éxito electoral con nuestra presencia en la calle, con la presencia en los movimientos sociales de forma exclusiva. Es habitual que tras un revés en las urnas la izquierda tradicional opte por una estrategia política que gira en torno a “recuperar la calle”, dicen. Pero ¿basta gastar la suela de nuestro calzado para lograr la transformación de la sociedad? ¿Estar en la calle es la fórmula maestra para lograr una sociedad más justa? ¿Qué hacemos presentándonos a las elecciones entonces? Evidentemente, el papel que debe jugar una formación progresista debe ser doble: estar en contacto permanente con el conflicto social, pero sin menospreciar el papel que debemos jugar en las instituciones. Y es en este último punto donde quizás creo que la izquierda ha fallado, ya que considero que ha construido sus propios techos electorales. Me explico:
Podría entrar a valorar el papel puramente institucional que puede desarrollar una organización de izquierda, las iniciativas plenarias que se presentan y cómo se presentan, su estrategia política o comunicativa, pero no hablaré de eso. Mi reflexión, fruto de la breve experiencia como cargo público, se centrará en aspectos más generales.
Es evidente que la presencia en las instituciones se basa en el logro de representar o abanderar una serie de demandas sociales, plasmadas en un programa político. También está claro que esa presencia debe ser fiel al objetivo de canalizar esas demandas sociales, pero creo que también se debe convencer a las personas que no comparten esas demandas sociales, no porque no las consideren justas, sino porque no las sufren y sus preocupaciones son otras.
Con esto lo que pretendo expresar es que si la izquierda centra sus esfuerzos única y exclusivamente en su presencia activa en los conflictos sociales, para canalizarlos en las instituciones, estará haciendo sin duda una gran labor y se conseguirán muchas cosas, pero creo que no será suficiente para transformar la sociedad. No lo es porque la traducción de los conflictos sociales no garantiza un respaldo mayoritario, por lo menos en nuestra sociedad, y existen un sinfín de variables que lo explican. Un ejemplo de ello es que el PP ganó las elecciones de 2011 simplemente con el lema “Lo primero el empleo”, sin implicación activa en las luchas sociales.
Por tanto, creo que para desterrar a la izquierda perdedora que se conforma con tener presencia en las instituciones, ya sea testimonial, debemos lograr que la entrada de las organizaciones de izquierdas en las diferentes administraciones deben ir acompañadas de un trabajo ambicioso que supere los clásicos espacios de trabajo político (ojo, sin renunciar a estos) y que permita que seamos una opción ganadora, una opción que convenza a la mayoría social de que la transformación de la sociedad es una tarea sobradamente necesaria, aún a riesgo de entrar en contradicciones ideológicas.
A mi juicio, una de las recetas que nos ha enseñado el camino es apostar por la confluencia política entre diferentes organizaciones progresistas. Es evidente que tiene sus riesgos y que en la izquierda hay muchas izquierdas, lo que en ocasiones provocará esas contradicciones ideológicas de las que antes hacía mención, pero esos “matices” ideológicos no deben suponer una barrera para lograr nuestro objetivo final y para alcanzar los verdaderos propósitos. En el municipio de La Laguna creo que hemos conseguido justo eso, integrar el máximo capital humano posible que confía en otro modelo de gestión más justo y ponerlo al servicio de las demandas ciudadanas, demandas que algunas veces no están en el “manual de cabecera de la izquierda”, pero que no dejan de ser justas.
En definitiva creo que la izquierda en las instituciones debe ser percibida por la ciudadanía como una herramienta verdaderamente útil para solucionar los problemas que le preocupan y lo suficientemente integradora para permitir que la ciudanía deposite su confianza en nosotros y nosotras. Para lograr una transformación social debemos ganar, y para ello no debemos renunciar a ningún espacio, debemos disputar todos los espacios posibles, ya sea una lucha social, un evento deportivo o una fiesta, porque la única manera de hacer política para la gente es con toda la gente.