Entrevista a Joan Blasco
Hace apenas quince años, la CGT era considerado en Tenerife el “sindicato de los godos”. Con implantación en grades empresas nacionales (Aena, Telefónica, Correos o Iberia), su vinculación con los trabajadores de la Isla era casi testimonial. CGT se ha afanado por diluir sus siglas entre los movimientos sociales, buscando transformarse en lo que Joan Blasco denomina “sindicato herramienta”. Ese ir a menos en el perfil identitario del sindicato anarquista, les ha hecho crecer. “Son tiempos cambiantes”, dice Blasco.
En los últimos quince años CGT ha pasado de una afiliación casi residual (con unos 70 u 80 afiliados en Tenerife) a situarse entre las principales centrales sindicales en la Isla, con una afiliación que roza las 800 personas, ¿cómo explicas este crecimiento?
Ha sido una labor de años, con un período de bonanza en el que coincidieron varias cosas: gente que trabajaba con continuidad desde la Secretaría General, una tarea de recuperación de antiguos afiliados (de la extinta CNT) y la creación de nuevas secciones sindicales. Ese trabajo se notó y dio sus frutos; nos trasladamos a la nueva sede en La Cuesta, fuimos cada vez más visibles y empezamos a entrar en sitios donde hasta ese momento no teníamos ninguna implantación, como el Cabildo o Sanidad, donde la afiliación ha crecido notablemente.
¿Existe un perfil CGT?
Antiguamente sí. Ibas a un congreso de la CGT, o de la CNT al principio, y veías un estereotipo de persona; pero eso ha ido cambiando, y más en Tenerife. Aquí llega a CGT gente procedente de otras opciones sindicales, gente muy normalita, procedente de Comisiones Obreras o de Intersindical; quiero decir, ya no hay tanta gente con un carácter identitario como antes. Antes presumíamos todos de libertarios, anarquistas… Ahora ya no. Esa identidad se ha ido “diluyendo” además al entrar a formar parte de otros movimientos sociales.
¿Cómo son las relaciones con las otras centrales sindicales, Comisiones Obreras, Intersindical Canaria?
“Rotas desde la última huelga general. Desde hace cinco años no existe contacto. Lo hubo, y muy intenso, entre los sindicatos que llamamos alternativos: estaban Cobas (Comisones de Base), Enseñantes Asamblearios, Intersindical, CNT y CGT. Colaborábamos en determinados temas. Pero la situación ha cambiado y han tomado una deriva de la que nosotros nos alejamos. Para CGT, Comisiones Obreras y UGT son parte del problema, no parte de la solución y no tenemos relaciones con ellos. Sí creemos en las filiaciones de CCOO y UGT. Creemos en la gente de base, que se organiza en sus lugares de trabajo y batalla; pero no en las firmas CCOO y UGT. En cuanto a Intersindical, está desaparecida. Creo que está viviendo un proceso interno muy convulso, donde el STEC (Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Canarias) quiere recuperar su autonomía y con una profunda crisis en el área de Sanidad y todo esto se ha notado mucho en su línea. Antes celebrábamos una reunión de lo CIES o relacionada con algún tema de la mujer, y siempre había alguien que podías identificar como de Intersindical. Ahora están desaparecidos.
Pero esa no es una buena noticia, ni para los trabajadores y trabajadoras ni para el propio sindicalismo.
Ni es buena ni es mala, es lo que es, yo no entro a valorarla. Creo que es reflejo de los tiempos cambiantes que atravesamos. El sindicalismo tiene que redefinirse; tal y como se montó en la Transición, como sistema de representación de los trabajadores en comités, juntas… todo muy alicatado, tiene que desaparecer, porque no es útil para la clase trabajadora.
¿Cuál es la opción?
La opción es el sindicato-herramienta o el colectivo-herramienta. Es lo que pretendemos hacer desde CGT. Tenemos un local, tenemos abogados, fotocopiadoras y dinero, y toda esa logística debemos ponerla a disposición de los distintos conflictos que surgen, sean laborales o sociales. Creo que el trabajo debe hacerse con los colectivos, y eso es lo que planteamos desde CGT en Tenerife y así como las relaciones con los otros sindicatos están rotas, debemos decir que las relaciones con los colectivos sociales son muy buenas. Estamos en muchas luchas, plataformas y movimientos porque además somos las personas que somos, no hay más; así que mejor juntas que solas.
Y sin banderas
Sin banderas sí, y ese es un aspecto que hemos discutido mucho dentro de CGT. Porque, ¿qué sentido tiene ir a una manifestación sobre un asunto de género con nuestras banderas? Si las plataformas y los movimientos se construyen en torno a un objetivo, lo importante debe ser el objetivo, porque además lo identitario, tú bandera, mi bandera, puede echar a gente para atrás. En el conflicto de los CIES (Centros de Internamiento de Extranjeros) están trabajando desde colectivos católicos hasta gente de grupos libertarios y funcionan muy bien. Quiero decir, creo que ha llegado un momento en que debemos dejar a un lado la defensa de las siglas y las banderas y centrarnos en la defensa del objetivo común. A nosotros nos está funcionando y a otros colectivos también, son gente que se sale de su lucha y se mete en luchas más transversales. Creo sinceramente que esa es la opción.
La crisis de 2008 cambió de forma radical el mercado laboral y la situación social. Paro, precariedad, empobrecimiento. ¿Afectó también a la conciencia de clase, a cómo se ve el trabajador dentro del sistema?
Mi experiencia es que sí. Antes de esta crisis estructural, brutal, era norma declararse clase media, fuera cual fuera tú situación. Ahora, hay mucha más conciencia de que eso no era verdad, de que éramos, somos, clase trabajadora, y de la misma manera que ha tenido lugar ese cambio en cómo se perciben ahora los trabajadores y las trabajadoras, también ha cambiado la idea de cómo deben ser a partir de ahora los sindicatos. Para CGT, hoy es más importante la partida que destinamos a Acción social que la que consignamos a Acción Sindical, y ese es un cambio que otros sindicatos no están sabiendo hacer.
¿Qué opinas del debate en la izquierda: calle o institución?
Como CGT siempre hemos dicho que la calle, y esto viene de nuestro pensamiento libertario; pero entiendo que esto ahora mismo no va así, aunque el partido político ideal, en un mundo ideal sería aquel que siempre mantuviera un pie en la calle. Se puede hacer trabajo institucional, claro que sí, pero sin perder la calle como referencia. Puedes entrar en la institución con la cabeza, pero tu corazón y tus tripas deben estar en la calle. Aunque nuestra experiencia es que es muy fácil que la institución te termine absorbiendo. En CGT dimos ese paso de entrar en los comités de empresa, para instrumentalizarlos, para vaciarlos de contenidos, para tener medios…Eso se logró sí, pero ha acabado pasándonos factura y ahora hay secciones sindicales que sólo se dedican a eso: a estar presentes en mesas de negociación para alcanzar acuerdos y se han olvidado de esa parte reivindicativa, de la calle. Hay cierto reformismo dentro del sindicato y se debe a eso: el sistema te acaba asimilando. Tú entras con la intención de utilizarlo, pero acaba utilizándote a ti. Y a los partidos les pasa lo mismo, entras en la institución y te someten a una agenda de mociones, preguntas, solicitudes… Imposible dedicarse a otra cosa que no sea sustentar eso.
Y ¿cómo se mantiene ese equilibrio calle-institución?
Buscando la horizontalidad, el consenso. La solución de esto no la tienen ni los comunistas, ni los anarquistas, ni los socialistas ¿no? Así que estamos condenados a entendernos y a crear consensos. Igual todavía no sabemos qué queremos, pero tenemos claro qué es lo que no queremos, ¿verdad?, pues ese es un buen punto de partida. No queremos capitalismo, ni todo lo que provoca, pues a partir de ahí podemos empezar.