La ciudad esquilmada
Silvia Barrera fue una empresaria autónoma del Barrio del Toscal hasta que su vida tropezó con el Urban. El Plan por el que Santa Cruz recibió entre 1995 y 1999 más de 12 millones de euros de fondos europeos para ‘recuperar su casco histórico’ le cambio la vida, “para mal”. El chorro de millones iría destinado a reactivar la economía, crear plazas, escuelas-taller, a rehabilitar el patrimonio histórico… Una Arcadia del pleno empleo y la cultura, capaz de generar “sinergias” entre el tejido social y empresarial del centro de la ciudad. Un proyecto que prometía “accesibilidad plena para todo tipo de minusvalías”, una escuela de rehabilitación de edificios, un Taller de nuevas artesanías, guías turísticos por nuestras calles, un museo del carnaval. También “atención a los marginados” y “apoyo a los colectivos con mayores problemas de inserción laboral: mujeres y parados de larga duración”. “Otro Santa Cruz”, afirma Silvia con el documento en la mano.
“Me costó encontrarlo –explica-. Parece que el Plan Urban nunca existió, como todo en este ayuntamiento. ¿Por qué es tan difícil el acceso a la información? La ciudadanía debería saber qué quieren hacer con la ciudad, qué prometieron y qué cumplieron, en este caso que no cumplieron”. Una de las cosas que quiere saber es si el Urban “está vigente y aplicándose” o si “están rediseñando la ciudad sobre el rediseño que hizo el Urban; pero no me contestan”.
Hoy Silvia Barrera está jubilada. Cerró su guardería en el Toscal después de sufrir una caída en las losetas resbaladizas de la Calle del Castillo y más tarde perdió su coche, con el que movía a su prole de madre divorciada. “Como muchas madres divorciadas del centro, la falta de aparcamientos públicos me obligó a venderlo”. Como una de las portavoces de la Asociación de Vecinos Urban centro El perenquén, ha hecho suya la lucha por la “accesibilidad plena” y los aparcamientos recogidos en el plan subvencionado por Europa. En cada pleno municipal (último viernes de mes) coloca su mesa fuera del Ayuntamiento para “informar a la gente”. Ahora está intentando que el pleno municipal se radie. “Hay que terminar con esta cortina de silencio que ha impuesto Bermúdez este mandato”.
“El Urban prometía el oro y el moro y poco se cumplió. ¿Dónde están las plazas de aparcamientos públicas, dónde las escuelas taller, el museo del Carnaval?, pero además partía de una imagen falsa de nuestra ciudad. En el documento se dice que el centro histórico estaba despoblado, desocupado, casi como una ciudad fantasma. ¿El centro de Santa Cruz a finales de los años 90 una ciudad fantasma? Una ciudad fantasma es ahora”.
Una ciudad fantasma con un centro histórico amurallado por pilotes que impiden el acceso a la gente y a la vida. “Nos quieren echar”, afirma convencida. “Nuestros padres y madres pasan su vejez encerrados porque no hay a dónde llevarlos, la calle es un riesgo continuo con adoquines levantados; cada día ves que el espacio público amanece ocupado por un nuevo bar. La ciudad está tomada por el vandalismo y todos los quioscos históricos de nuestras principales plazas están cerrados. Adiós a la economía familiar que movía la ciudad, adiós al pequeño comercio”.
Su asociación denuncia que el Urban “hizo una intervención a lo bestia sobre un espacio consolidado” con un resultado que destruyó “el tejido económico y nuestra vida social y comunitaria”. La “tormenta perfecta” vino después, con las obras del tranvía. “Abrió una profunda herida y alcanzó a su paso muchos negocios que ya no se recuperaron”.
Terminamos el recorrido por la ciudad esquilmada frente al Hotel Anaga, en la Calle Ángel Guimerá. “Lo restauraron, pero la empresa no superó las dos obras, primero el Urban y después el tranvía y hoy está cerrado”, explica Silvia, mientras una mujer que pasa justo en ese momento se para y le comenta: “Creo que lo van a abrir. Lo acaba de adquirir un conocido empresario de la ciudad”. Silvia mira al suelo, a los adoquines del Urban levantados y desportillados, suspira y dice: “Nos quieren echar y después, a especular”.