Los vecinos de Casas de la Cumbre exigen que el Ayuntamiento resuelva «ya» el conflicto de la llave del local social
La gente de Casas de la Cumbre se ha cansado de esperar. En el corazón de Anaga, el pequeño caserío de apenas 15o habitantes lucha desde hace meses por recuperar su local social, cerrado a cal y canto porque el antiguo presidente de la asociación vecinal se niega a entregar la llave a la nueva directiva. Cansados de enviar solicitudes y escritos al Ayuntamiento de Santa Cruz, el miércoles convocaron una reunión para intentar forzar que la corporación recuperase la llave, pero no lo consiguieron. Izquierda Unida, a petición de los vecinos, pidió tener acceso para celebrar el encuentro, pero como ya va siendo habitual, la reunión tuvo que celebrarse en la plaza, «al raso, como siempre», explica Marina Suárez Ramos, miembro de la nueva junta directiva y una de las voces críticas con la pasividad de la corporación.
El caso de Casas de la Cumbre es heredado de la época del alcalde Manuel Hermoso, cuando los acuerdos se cerraban con un apretón de manos o unas perras de vino en las fiestas. El local formó parte de unas poco claras cesiones que hizo un particular al Ayuntamiento y ahora, casi tres décadas después, esos acuerdos son usados como excusa para impedir el acceso al local a la nueva junta directiva, gente que quiere mover las cosas en la Cumbre.
A principios de junio, Izquierda Unida preguntó por la titularidad del local. Si es privado, tal y como alegaba la junta saliente ¿por qué se construyó y se ha ido reformando con dinero público?; y si es público, tal y como aparece en el Inventario Municipal de Bienes y Derechos, ¿por qué no se entrega de una vez la llave a la Asociación de vecinos El Til?, que actualmente representa a más de 140 vecinos de los 150 que viven en Casas de la Cumbre.
La respuesta del Ayuntamiento, el 8 de junio, no termina de convencerlos porque es “esquiva” y “nos deja como siempre, en la calle”, explica Marina Suárez. La repuesta prometía una solución en el plazo de un mes, que no se ha dado, y terminaba afirmando: “Visto cuanto antecede, actualmente se están realizando las actuaciones necesarias con el objeto de aclarar la titularidad del bien y continuar con el uso para el cual fue cedido a la Asociación de vecinos”.
“Es tomarnos el pelo”, afirman los vecinos, que no entienden por qué el Ayuntamiento tiene ahora “tantas dudas” sobre la titularidad, cuando fue el propio Ayuntamiento el que “construyó con dinero público el centro y lo ha ido arreglando con dinero público también”.
La vida en Casas de la Cumbre no es fácil. Las casas se desperdigan por este pequeño núcleo de apenas medio kilómetro cuadrado. Sin farmacias, sin médico fijo, sin columpios para los niños, ni opciones para los viejos, la gente del caserío debe acercarse a Roque Negro si quiere participar en alguna actividad.
“Aquí si no tienes coche, tu vida se limita al caserío. Y sin un local donde los viejos puedan reunirse por lo menos para hacer algo de vida social, o los niños puedan jugar, la gente lleva una vida bastante encerrada”, explica Juan Antonio Herrera Siverio, presidente de la asociación vecinal El Til.
Preguntan qué paso pueden dar a continuación. “Si Izquierda Unida, que tiene un concejal en el Ayuntamiento, pide la llave y no se la dan, ¿qué hacemos ahora, confiar en la buena fe del alcalde, manifestarnos, llamar a la televisión y denunciar?”. Mientras, los vientos alisios enfrían la plaza de Casas de la Cumbre, imposible mantener esa reunión al raso y, como hacen ellos cada vez que se reúnen, buscamos cobijo en el bar del caserío. “Menos mal que el Casa Santiago nos prepara un salón para reunirnos”. La reunión termina en el bar, con un café cargado y unos rosquetes de batata para poder entrar en calor. En Santa Cruz están a 40 grados y en La Cumbre, a poco más de 26 kilómetros del corazón de la ciudad, hace un frío que cala hasta los huesos.